Después comienza el desenfreno. Se viene abajo todo el orden coreográfico, y ante los reyes, hombres y mujeres, escobillero y gramillero se entremezclan en una danza de pies de fuego. Esto es el verdadero Candombe. El movimiento queda librado a la improvisación, se cambian las parejas, se retuercen, se encogen, se estiran. Frente al ondular de la parte superior del cuerpo, las piernas quedan aferradas a la tierra y los pies avanzan siempre arrastrándose en el suelo. El final está determinado por el agotamiento físico del cuerpo de baile, mientras los reyes quedan también exhaustos por la tensión y las ganas de arrojar a un lado la corona y lanzarse al medio del torbellino.

Lauro Ayestarán